Transformación. Por María Eluvia Zúñiga desde Gautemala

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Y de tanto andar sus caminos

Y soñar sus sueños,

Aprendí a amar a mi  pueblo maya.

 

 

Les cuento la historia:

¿Y, tiene valor para asumir ese trabajo? Fue la pregunta de Yolanda Aguilar, cuando le comenté que estaba contratada para el trabajo de acompañamiento psico-social a 36 mujeres achí, sobrevivientes de tortura, esclavitud sexual y violación sexual durante el Conflicto Armado Interno que dejó lacerado al país sobre todo en las poblaciones mayas. Le comente que, en ese momento  tenía algo de temor pero que el proyecto me atraía profundamente. Como sobreviviente de la guerra, Yolanda admiró mi valor, pero la verdad es que, al recordar  los horrendos crímenes, la inseguridad personal que me ha acompañado hizo de las suyas, al punto de sentir preocupación y angustia. Lo que más temía era que mi trabajo en lugar de sanar provocara daño. Por momentos esa angustia se disipaba cuando  al leer,  veía que  el propósito central  del trabajo era el logro de la sanación y el empoderamiento femenino de las mujeres para que fortalecidas pudieran enfrentar a sus victimarios –generales y coroneles militares- en juicio. Una fibra muy sensible de mi alma tocaba la propuesta con sus ejes trasversales,  sanación y género.  Además,  por primera vez me contrataban para trabajar en el área de sanación, después de una ardua búsqueda, en un país donde hay cientos  de psicólogas/os sin trabajo.   Por momentos también me acompañaba la seguridad. En la convulsionada Guatemala actual, había tratado personas con Estrés Post-traumático con muy buen resultado. Tenía el conocimientos de buenas técnicas gestálticas, Focusing, meditación curativa y bueno, otro aspecto importante, poseía un buen conocimiento de la cultura maya y su rica cosmovisión. Por otro lado también  tenía una gran deficiencia. No conocía  el idioma achí que es el que se habla en el pueblo, aunque en el Bufete Jurídico Popular, la instancia que me contrataba, me prometieron como traductora a una psicóloga achi recién graduada y que las mujeres entendían el español en un 70%.

Pues, qué decir, como esos días transcurrieron entre entusiasmo y angustia, y, como lo de la inseguridad ya lo había trabajado con un psicólogo humanista, busqué el acompañamiento de una psicóloga esotérica, que también trabaja constelaciones familiares. Cuando en terapia de grupo expuse mi problema, Anna Beltrán,  me dijo, yo no te veo insegura, hablas con  propiedad, pero, ¿tuviste algún trauma de miedo siendo pequeña? pues, sí -le dije,  fue cuando  tenía  8 años. En mi aldea había muerto una mujer joven que tenía la voz grave y entrando la noche, esta persona me llamó 3 veces desde un arbusto de moras. Un escalofrío recorrió mi  cuerpo y esa tarde no hablé con nadie –le comenté. Bueno –respondió Anna, pero ¿siempre te han perseguido los difuntos?   Siempre –le contesté. Ah bueno, reaccionó con tono optimista. La buena noticia es que ellos te van acompañar en tu trabajo. ¿Quieres que abra una puerta, para que la comunicación con ellos, fluya?  -me preguntó,  no tengáis miedo, que no son cosas de ultratumba –me aclaró.  Está bien  -le dije y seguidamente hizo el rito, abriendo el camino desde los 4 puntos cardinales, acompañada de un tambor. Me aconsejó estar atenta a lo que en esos días se iba a dar, y que si había necesidad le podía llamar.  Esta parte me tranquilizó, Anna me ofrecía acompañamiento de manera que no estaría sola.

A los pocos días, cuando de la capital emprendía el viaje de 5 horas para Rabinal por el corredor seco, aunque ahora era invierno y todo estaba verde y profundo, se dio algo insólito. Yo he sido muy propensa en mi imaginación  a ver figuras  sobre todo  rostros, en paredes, rocas, nubes y bosque. Pero esta vez todos los rostros sonreían y al acercarme al territorio de Baja Verapaz, todos los rostros eran de abuelas mayas, podía identificar hasta su tocado encima de su cabeza y todas sonreían. Me llené de mucha esperanza sintiendo que la madre tierra me enviaba un mensaje en aquel  el inexplicable fenómeno.

Al descender el bus desde la cumbre montañosa, el  sol alumbraba fuerte sobre los altos montes  de la Sierra de Chuacús, ahora vigorizada con su místico verdor de primavera. En contraste con el ambiente bullicioso de la capital, al bajar del bus y caminar entre el pueblo, todo era pacífico,  las personas saludaban muy amablemente y desde alguna esquina, no muy lejos, se escuchaba el tocar de una marimba doméstica, mientras un grupo de cajauxeles caminaban en filas llevando  en hombros al patrón San Pedro. Dos abuelos anticipaban la caravana uno hacía silbar el  arrullo quejoso de la chirimía y el otro el milenario sonido del tun. Una emoción de alegría sentí en el alma.  Llegaba a un pueblo lastimado por la guerra, profundo culturalmente, oloroso a incienso y romero que en los días de fiesta resuena en variedad de danzas y tambores. Sentí que aquello, aún con la tarea de la realidad del  machismo por transformar, se me daba como un regalo.

Al dormir esa noche tuve un sueño: soñé que entraba, desde la sacristía suroriente  de un gran templo barroco.  Después de  atravesar el altar por detrás de la mesa vi que alguien venía caminando atrás de mí. Me doy cuenta que es el obispo Rodolfo Quezada Toruño que había fallecido 3 años atrás  y que durante el Conflicto Armado Interno fue el gran mediador para la firma de la paz. Este obispo que más tarde le nombraron  cardenal tenía una estatura de 1.80  metros aproximadamente. Pero en el sueño, las cosas eran al revés, él era bajito y como de unos 33 años, la verdad muy guapo y yo la alta. Me doy  vuelta para saludarlo y al darle la mano me miró para arriba con los ojos maravillados como si contemplara una obra de arte. Después del gesto yo le doy un abrazo de despedida pero tengo que agacharme  porque él se volvió más bajito, como de la estatura de un niño de 4 años.  Al dar la vuelta y empezar a caminar veo que frente a mi hay un gran espejo y yo voy desnuda. Mi cuerpo desnudo  se ve  con la misma tonalidad al óleo  de los cuadros de pintura en los retablos del templo  y  así terminó mi sueño.

Al día siguiente el sol penetraba con rayos suaves el bosque profundo que rodeaba la casa donde me hospedaba. Estaba desayunando cuando me recordé del sueño. Otra vez la alegría. En mi interpretación, el Obispo Quezada Toruño representaba mi parte racional con sus miedos, que al fin cedían el paso a mi parte femenina emotiva. Al cabo de un mes me encontraba con Anna Beltrán en una segunda sesión de grupo. Cuando les conté el sueño y mi interpretación, ¡El qué! –dijo Anna, sorprendida ¿es que no has entendido? Está bien tu interpretación, los sueños pueden ser polisémicos, pero, en realidad, el Obispo Quezada Toruño, ahora difunto, tuvo una auténtica comunicación contigo. Acuérdate que él, como Obispo de Zacapa, no tuvo el suficiente valor para que en su diócesis se trabajara el Proyecto Interdiocesano de Recuperación de la Memoria Histórica. En realidad  tenía mucho miedo y a pesar de que fue en Zacapa donde inició el levantamiento guerrillero y la represión del ejército, no se pudo trabajar el proyecto con la gente porque él no dio   permiso. En el sueño  él te dijo: mujer, ante tu valor, yo me siento pequeño.  En interpretación de Anna, una médium  española,  soñar con difuntos/as no es frecuente y es porque una comunicación constante  interrumpe el descanso   que puede durar un buen tiempo en preparación para  una nueva re encarnación.

Al recordar los gestos de gran honradez y humildad del obispo Quezada Toruño,  y después de tres años de trabajo, recuerdo ese sueño como una buena  terapia que me  llenó de más fortaleza para el trabajo. Era la valoración  de una persona que está en otra dimensión de la vida, sin la sombra del patriarcado y sin  los vicios ideológicos de izquierda o de derecha. El hecho de atravesar la mesa del altar, me decía que espiritualmente estaba preparada para acuerpar con las mujeres la lucha por la justicia y el respeto hacia los cuerpos de las mujeres, en un país donde,  cada hora una adolescente está siendo abusada sexualmente y, donde, para mayor vergüenza del país,  aumenta el número de adolescentes y de niñas púberes embarazadas, que después de un aborto clandestino, porque aún no está legalizado, se les prepara psicológicamente para sanar,  para que vuelvan a ser niñas y mirar con esperanza el futuro feliz al que tienen derecho.

Después de tres años de acompañamiento psicosocial, las mujeres se han fortalecido.  Varias de ellas, por su tesón de sobre vivencia y lucha ya estaban empoderadas, pero había otro buen grupo que llegó con miedo y mirando al suelo  por la vergüenza que para ellas significó la forma cruel y vulgar con que fueron violadas sexualmente. Ahora miran de frente y cuando en sus comunidades se encuentran con algún victimario que participó en los vejámenes, las cosan son al revés, son ellos los que agachan la cabeza y cruzan por otro camino para no encontrarlas. En opinión de  instituciones acompañantes de los diversos grupos de mujeres, que en el país se preparan con el mismo proceso, el de Rabinal está bien preparado. Como terapeuta sé honradamente  que en un 95% el  mérito es de ellas.  Las técnicas psicológicas son cosa muerta si las personas no se deciden por sanar.

En fin, llegar a este pueblo ha significado para mí un privilegiado tiempo de crecimiento personal.  Como la casa donde vivo está a dos cuadras del trabajo, puedo muy bien meditar por las mañanas.  El ambiente laboral  tiene las mismas realidades con sus luces y sombras de otros trabajos, pero yo me he hecho más compasiva y comprensiva de la realidad del otro y de la otra. Por otro lado, acompañar a las mujeres me ha hecho una persona más segura de mi misma.  Al inicio, escuchar sus historias fue impresionante y doloroso.  Rabinal es un lugar cercano a clima tropical pero yo me mantenía con escalofríos.  Una cosa era leer en libros la historia y otra cosa escuchar tan crueles  testimonios en labios de mujeres empobrecidas. Me preguntaba con desconcierto, cómo pudo el ejército ensañarse con mujeres de condición tan humilde, la mayoría analfabetas.  Después del proceso, puedo admirar con asombro, la sonrisa en sus rostros milenarios. Admirar su capacidad re silente. Escucharles decir: el miedo y la vergüenza les pertenece a ellos no a nosotras, ha significado para mí una buena terapia transformadora.  Hemos caminado juntas en las bajadas y subidas de la vida. Sufro con ellas el proceso lento de la justicia y sueño con ellas, el sueño de la paz, de las  relaciones  de respeto y equidad entre mujeres y hombres.

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                                                Contemplación solar

 

                                                Tierra mía, ¡despierta!

                                                Pueblo mío, ¡Levántate!

Más allá de la montaña oscura

viene caminando la aurora.

Vamos pues, despierta a tus hijos/as.

Que sus últimos bostezos los den fuera de casa

Inhalando frescor de amanecer.

 

Pídele a tus hijos que observen

Cómo la tierra gira su cono hacia el oriente,

22 kilómetros por segundo, para darse un baño de luz.

Respiren profundo y abran sus corazones

al regalo de  la luz que se entrega

Magnifica, humilde y generosa.

Ahora, cierren los ojos y concentren su atención por un minuto

en el centro de la frente.

Sentirán un sutil cosquilleo.

Es la glándula Pineal que se abre como florecita,

alimentándose de bocadillos solares.

La luz tonificará todo un almacén cerebral

de serotonina y dopamina,

que harán posible un día de aprendizaje eficaz y creativo.

Ahora cuéntales la historia,

De cómo,  hace  cinco billones de años,

los átomos de hidrógeno primordiales se juntaron

para formar nuestra gran estrella solar.

Desde entonces,

esa masa esplendida no para en su sacrificio.

Segundo a segundo se entrega,

transformando su masa sólida en flujo de energía.

Segundo a segundo muere el sol como masa sólida

Y segundo a segundo renace en la tierra como vida.

Imagínense, pues,

son millones de años

en que los/as humanos/as

hemos estado  dándonos

todo un festín de energía,

pues, segundo a segundo el regalo de sol se nos da

en forma de  legumbres, semillas,

exquisitos aromas, exquisitos sabores

Flores, árboles,  pececitos de colores.

Si  esa gran estrella

sus fulgores apagara un día.

El canto de la tierra también se apagaría.

A cientos de grados bajo cero

la temperatura de la tierra caería

y convertidos en estatuas de hielo

Al suelo caeríamos, pues al cuerpo le faltaría

El calorcito que le da  vida.

 

Recuerda, pues, ante un significado espiritual

tan bello, tan inmenso.

no se trata de entretener sino de educar.

Cargaditos/as  de amanecer.

Contempla en sus rostros la luz, y pídeles,

que jamás se comprometan, ni sean cómplices

de ese desastre moderno que atenta contra la vida.

Los minerales en el cuerpo de la Madre Tierra

Mantienen el agua y  sostienen  su equilibrio.

Respetemos  la tierra, no le tiremos   basura

Para que el regalo del sol resplandezca

en toda su hermosura.

 

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